"Te voy a decir una cosa, y creo que me vas a entender.
Pero cuando te lo diga, quiero sostener tu mano.
Quiero tomar tu mano,
I wanna hold your hand”.
En el Teatro Coliseo, en Santos, una canción de los Beatles ejecutada por peruanos comienza la presentación de un clásico de Shakespeare. Lo que podría sonar disonante es la primera escena de Mucho Ruido por Nada, de la compañía Chela de Ferrari, que muestra la universalidad del tema que el montaje inspira:
Te voy a decir una cosa, y creo que me vas a entender.
El año es 2018. Usted está en Internet y ha llegado hasta aquí por los caminos señalados por una red social: un no lugar digital, donde una infinidad de personas habla, escribe, piensa, dibuja, fotografía. Todo el tiempo. Mientras tanto, nuestras manos se distancian. ¿Me entiendes aún? ¿Me escuchas?
¿El año es 2018, pero quién puede hablar y ser oído? ¿A quién está asegurado el poder y el lugar del habla? ¿El derecho de ser y de existir?
“Ah, si yo fuera un hombre...”, lamenta en el espectáculo peruano la prima Beatriz, al darse cuenta de que no es tomada en serio en cualquier discusión banal.
“¡Puta!”, acusa a Cláudio al lanzar su novia Hero al suelo, ante el altar, envenenado por celos.
El texto de Shakespeare es de 1598, pero en este septiembre de 2018, durante el Festival de Venecia, Jennifer Kent es la única directora mujer en la contienda por el León de Oro. Su película cuenta la historia de una mujer que busca venganza después de que su familia fue asesinada y ella violada. Al final de una exhibición para periodistas, un hombre dice: "Qué vergüenza, puta. ¡Usted es desagradable!”.
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De regreso al Coliseo, están en escena Carlos, Claret, Emilram, Ismael, Javier, Luis, Óscar, Pablo, Paul, Pietro, Ricardo, Rodrigo, Rómulo y Sergio. Todos hombres.
¿Dónde están las mujeres?
¿Me entiendes aún? Quiero sostener tu mano.
En el escenario, los vestidos suspendidos como cuerpos ahorcados descienden y, al alcanzar a los actores varones, nacen Beatriz, Hero, Margarida, Úrsula. Mujeres-disfraz. Representaciones. Práctica común al hacer teatral isabelino. Pero el año es 2018.
Aunque la visibilidad es importante, sólo la representatividad garantiza espacios y derechos: no sólo a las mujeres, sino también a los negros, negras, transvestigeneres y todes que demandan su lugar de habla. Derecho innegociable. ¿Me entiendes aún?
Mucho ruido por nada es uno de los textos más hilarantes de Shakespeare, y mucho se esconde detrás de esa risa. Hay gracia en el actor vestido de Chapulín Colorado, en una referencia a la popularidad de Shakespeare, que incluso era inspiración máxima del mexicano Roberto Gómez Bolaños, más conocido como Chespirito, creador del superhéroe. Hay gracia en la espontaneidad de un actor rebelándose con las elecciones hechas por su personaje y, así, causando una interrupción brusca (y cómica) en el espectáculo.
Hay gracia, pero también hay angustia en la risa. Revuelta.
Un actor hombre interfiere en las elecciones de un personaje mujer, aunque su actitud encuentra respaldo en la Ley Maria da Penha y en el movimiento "Me Too".
¿Quién habla, quién oye, quién entiende? ¿Cuáles son las manos que se tocan? ¿Cuál es la salida, si hay mucho ruido y nadie entiende nada? Al salir del Coliseo, en la noche del jueves 6 de septiembre de 2018, una sugerencia resonó en el escenario –aquí traducido libremente al portugués–, por lo que podemos entender unos a otros:
"Cuando la noche haya llegado, y la tierra esté oscura, y la luna sea la única luz que veamos, no tendré miedo, siempre y cuando te quedes conmigo. Entonces querida, quédate conmigo.
Quédate a mi lado.
Stand by me...
Stand by me.
¿Me entiendes aún?
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André Venancio, editor web del Sesc