LA MATERIALIDAD DOCUMENTAL DE LOS INVISIBLES

Por Amilton de Azevedo*

 

Antes de iniciar la serie de siete discursos de alto rendimiento, que tendrán una duración de alrededor de cinco horas y media, Joana Craveiro (que, además de interpretar, también firma el concepto, las encuestas, los textos y las direcciones) recibe al público en una antesala, en una especie de prólogo. Allí, frente a una imagen de los Alpes Suizos, comienza a compartir algunos recuerdos de su infancia.

Al encender una pequeña lámpara se descubre la foto de una niña, tomada en un externado portugués, el cual tiene el mismo fondo de paisaje. El operativo para revivir los recuerdos personales se repite en esta jornada por el vasto acervo de Um Museu Vivo de Memórias Pequenas e Esquecidas, del Teatro do Vestido. En este primer momento, revivir sus primeras memorias políticas se convierte en el disparador para el desarrollo del espectáculo.

Más adelante, la actriz dice tener gran curiosidad por los prólogos y las introducciones de los libros. Según ella, es allí donde los autores presentan sus motivaciones para las investigaciones que realizan. En este sentido, la comprensión de que durante su infancia se vio rodeada de obras chinas y que a los seis años ya hacía campañas políticas, conlleva a la importancia de su historia personal la que establece un dialogo, sin restricciones, con la propuesta de la obra. Sus padres eran lo que ella rotulaba como “personajes invisibles” de la revolución del 25 de abril de 1974.

Aunque está estructurado en forma de discursos, el espectáculo es exigente con el público. Además de su larga duración, la cantidad de información transmitida también es amplia. Craveiro afirma que no es historiadora, pero la investigación realizada por ella y el Teatro do Vestido tiene una profundidad sorprendente. Aquellas personas resistentes que permanecen con ella hasta el final son bendecidas no solo con la experiencia estética radical, sino también con una inmersión profunda en la historia de Portugal.

Desde la dictadura de Salazar hasta la actualidad, el Museu Vivo cambia entre los sobrevuelos panorámicos de años y el proceso de desfragmentarse en detalles de una sola madrugada. De esta manera, la obra busca construir una compleja red que no se establece como un rompecabezas resuelto al final de los siete discursos, sino como un caleidoscopio fragmentado. Al negar la posibilidad de la objetividad pura, la obra transita sin miedo a través de una miríada de voces. A los recuerdos personales y familiares de Craveiro se suman personas encuestadas, autores, músicos y figuras históricas.

La radicalidad estética se encuentra en la forma en que la puesta en escena lidia con los procedimientos del teatro documental. Se utilizan cámaras, vitrolas y reproductores musicales para insertar la materialidad del documento real (fotos, libros, discos, casetes, diarios, cartas; la diversidad es muy amplia) dentro de la fragilidad del acto teatral. La defensa de la importancia de la memoria se expande concretamente hacia la defensa de la necesidad del registro histórico. Y aquí, evidentemente, no se trata de relatar hechos de la historia oficial. Sí bien la obra no niega el sesgo que existe en su discurso, hay muchas facetas dentro de una misma faceta.

Son relatos duros y bonitos sobre momentos difíciles y esperanzadores de un país. De la gran patria Portuguesa, con sus colonias en África, reportándose al momento de la “Cuba de Europa” y la batalla para no convertirse en el “Chile de Europa” y llegando hasta las celebraciones más recientes de la Revolución de los Claveles, lo que se puede observar aquí es el impacto frecuente entre el momento histórico y el de la persona.

Craveiro parece enfocarse en la segunda opción para hablar sobre la primera a través de la mirada y de las experiencias de las personas comunes. La revolución, que para la madre de la actriz jamás se ha llevado a cabo porque no fue cultural, tampoco generó transformaciones estructurales en la organización social más allá del periodo del proceso revolucionario actual, debería tener un impacto en la vida cotidiana de todos. Quizás esta es la opción de la partida de estos personajes invisibles.

Um Museu Vivo de Memórias Pequenas e Esquecidas dirige al espectador, entonces, a través de estas narraciones, de aquellas sobre las que los libros de historia no hablan, pero cuyos actos invisibles de resistencia merecen un lugar en el proceso histórico. Son relatos de sujetos del propio tiempo, y no de objetos. En una vía de doble mano, comprendemos las circunstancias que han formado a aquellos hombres y mujeres, pero también sus actos que transformaron, poco a poco (tal vez demasiado lento para el tiempo de las personas) tales circunstancias.

La propuesta de la obra es transparente y se expone de manera eficaz en su carácter demostrativo (o del proceso) de la presentación documental realizada en la escena, hábilmente zurcida por la tesitura dramática. La interpretación del evento, cuyos niveles de representación varían según la exigencia de cada discurso, consolida la potencia presente en el tránsito entre el carácter íntimo de la biografía de la actriz y sus lazos familiares, las vivencias de otras personas en sus invisibles acciones revolucionarias y, a veces, de los protagonistas de los grandes acontecimientos.

Craveiro es una intérprete de gran carisma y tiene la capacidad necesaria para sostener las demandas del espectáculo y mantener al público atento e interesado. De manera orgánica y segura, alterna entre diversos registros y entonaciones. La actriz de muchos recursos también se presenta como una directora inteligente al proponer ambientes distintos en cada discurso. Si la madrugada del golpe revolucionario es oscura y misteriosa, el periodo del proceso revolucionario actual es, según sus palabras, una fiesta; su movimiento y vestimenta traen, por ejemplo, mucha más libertad consigo.

En el espacio comprendido para Mirada, sin embargo, la elección de realizar ciertas acciones en el proscenio acaba por convertirse en un problema para aquellas personas que se sentaron más al fondo. Sin embargo, el hecho de que son pocos los momentos específicos, la delicadeza de lo que parece presentarse requiere una mayor consideración hacia todo el público.

Para las representaciones en Brasil, Craveiro (que se permite hacer digresiones en el texto, como ella misma deja claro al comienzo) hizo, además de comentarios relacionados con el contexto de la obra, una mención al incendio del Museu Nacional. Para este Museu Vivo, la pérdida de la memoria es la pérdida de la humanidad. Así como nuestros antiguos colonizadores, nuestro país también tiene un problema de memoria. Si en Portugal, en el año 2000, el dictador Salazar fue elegido como el “mejor portugués de la historia” en una votación popular, aquí todavía estamos lidiando con nostalgias del periodo del régimen militar.

La relación de la población con las acciones históricas de las fuerzas armadas es, no obstante, una gran diferencia entre los dos países. Hay una especie de espejo torcido en este sentido, donde el recorrido por los relatos caleidoscópicos sobre Portugal en los últimos cien años sirve, al mismo tiempo, como reflexión y tensión de las trayectorias nacionales. No solo como patrias, sino también como tierras donde viven personas con sueños y ambiciones; con recuerdos hasta ahora de lo no vivido.

Um Museu Vivo de Memórias Pequenas e Esquecidas resalta la importancia de la pequeñez y de hacer visible (y registrado) lo que generalmente está enterrado. Su acervo es dinámico y se encuentra en permanente ampliación; todos los que nacen traen consigo la posibilidad de insertarse en la historia. En la relación entre la tradición oral y la documentación, es importante que sigamos en la búsqueda de revivir lo que está olvidado.

 

*Amilton de Azevedo es artista-investigador, crítico y profesor. Escribe para la Folha de São Paulo y para su sitio web, Ruína Acesa [ruina encendida]. Responsable por la disciplina "Estudios sobre la enseñanza del teatro" en la licenciatura del Célia Helena Centro de Artes e Educação [Centro de Artes y Educación Célia Helena].