Por Valmir Santos*
Al menos el 60% de las obras presentadas en esta 5° Mirada, entre espectáculos e instalación, derivan de la continua experiencia de los grupos, de las compañías y de los colectivos. Se trata de la conformación de las más comunes y se sospecha de ancestralidad, a los que eligen el arte de la escena como una de las razones para vivir. El trabajo en equipo es atávico a los modos de la organización, la producción y la creación en el teatro, la danza, el circo, la ópera y el desempeño. No importa la escala, si es monólogo o cortejo de calle.
En Vou voltar, la cultura del grupo está íntimamente conectada al Ponto de Partida y al Teatro El Galpón. El homenaje de los artistas de Barbacena (MG), con 38 años de trayectoria, a los pares de Montevideo, con 69 años recién cumplidos, excede los límites al recorte sociopolítico de los reflejos de la dictadura militar uruguaya (1973-1985) y el consecuente exilio en México (1976-1984). El corazón de este drama se ve directamente en la realidad de los que se entregan incondicionalmente a un oficio.
Se requiere de una postura práctica y pensamientos artísticos para esta postura ideológica frente al mundo. El doble sentido se refleja en la manera en que el espectáculo rememora aquellos días en que el grupo uruguayo se decretó ilegal y se suspendieron sus actividades; se torturaban a los directores; a los actores se les prohibió subir al escenario y se confiscaron sus bienes.
De ese episodio en adelante, acompañamos la tensa búsqueda de un refugio en la embajada de México, el refugio para el país de América del Norte, bajo el apoyo decisivo del embajador Vicente Muñiz Arroyo (1925-1982); la reinvención del grupo y de las vidas de las personas en tierra extranjera, sin olvidar la disciplina y la investigación; y, por fin, el regreso al país en los estertores de la dictadura civil-militar.
La música es la plataforma por excelencia del grupo. Aunque no represente un musical, en cuanto a género, a pesar del aclamado acompañamiento de dos músicos con guitarra y teclado, es ella la que da carnalidad (la voz es un músculo) a los cuadros convencionales en que los actores entran y salen de los pasillos para subirse al escenario lleno y vacío al sabor de los vientos del guion.
Técnicamente competente al cantar y oscilante al lidiar con los diálogos propiamente dramáticos, los nuevos intérpretes manipulan objetos como sillas, varas de luz, baldes (alusivos a la tortura) y baúles con ruedas que, además de traer recuerdos sobre las compañías itinerantes, funcionan como múltiples usos escenográficos. De la mitad en adelante ese movimiento se hace predecible.
Por otra parte, la directora Regina Bertola sostiene lo más difícil, la poesía, el alma de ese proyecto de afirmación humanista y el éxito en el intento de afectar al público a través de la historia que relata.
Las vertientes de las canciones uruguayas y brasileñas se mezclan en un solo o en un coro: Tom Jobim: el título de la pieza es un verso exclamativo de Sabiá, Milton Nascimento, Ivan Lins, Jorge Drexler, entre otros. Así como en referencia a las prosas o versos: el director de teatro Atahualpa del Ciopo, brújula brechtiana do Galpón, y los escritores y compatriotas Eduardo Galeano y Mario Benedetti, todos ellos sufrieron persecución política y los obligaron a exiliarse.
Vou Voltar hace un balance entre la objetividad histórica y la subjetividad de los lazos fraternos que esas personas protagonizaron en un pasado no tan lejano.
La condición humana ineludible en momentos de lucha recuerda a Murro em Ponta de Faca (1971), obra teatral de Augusto Boal escrita en aquella misma década de excepción. En la trama, las relaciones afectivas y familiares también salen a la luz en la vivencia de exiliados brasileños en gira por Chile, Argentina y Francia. Experiencia que Boal la conoció de cerca.
En los regímenes autoritarios, la vinculación del artista con su tiempo tiende a ser más vehemente. La censura y la atrocidad recaen inmediatamente sobre la palabra. Los actos de verbalizar y de escribir se tornan subversivos, por supuesto, bajo la óptima de los dictadores.
Vou Voltar se inicia con una escena de Liberdade, Liberdade, dos brasileños Flávio Rangel y Millôr Fernandes, exhibida en 1968 como una relación a las “Medidas de Seguridad” implementadas en junio de aquel año, seis meses antes del recrudecimiento del régimen civil-militar en Brasil con el Acto Institucional Número cinco, el famoso AI-5. La producción brasileña de Liberdade, Liberdade (marco de nuestro teatro político y resistencia) se estrenaba hace tres años en Rio de Janeiro, dirigida por el propio Rangel, en una alianza con el Teatro Opinião y el Teatro de Arena de São Paulo.
Ponto de Partida estrenó la obra en agosto de 2017 y sincronizó, quirúrgica y dolorosamente, el momento brasileño de las amenazas a la democracia, el sistema restablecido hace 33 años, cuando el grupo ya tenía cinco. Una democracia muy distante de los parámetros de igualdad, pues los crímenes del Estado jamás fueron castigados y la tortura sigue como protocolo de la policía y la brigada militar en todo el país, para mantener el sello de la violencia. La situación de los refugiados también está en discusión, por extensión.
La escena del desenlace, cuando los artistas uruguayos regresan y los reciben con una manifestación popular, adquiere contornos catárticos y logra la participación solidaria del público que parece involucrarse con el acto. La noción de pertenencia, lo que por sí justificaría el modo en que se recibió esa experiencia en la programación del festival, culmina con el abrazo de todo el elenco y de la directora a la actriz y productora Amelia Porteiro, integrante del grupo desde 1973 e invitada por la organización.
Todos atentos a las venas abiertas.
Valmir Santos es periodista, crítico e investigador. Creador y editor del sitio Teatrojornal - Leituras de Cena. Máster en artes escénicas por la USP.